Noticia de: Las Provincias. 8_7_2012
El verano de 2012 se quemaron más de 50.000 hectáreas de matorral y bosque, en Cortes de Pallás y Andilla, Valencia.
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| Imagen obtenida de Libertad Digital |
García-Favos, director del Centro de investigaciones sobre Desertificación, señaló que el 80% de los montes arrasados por el fuego tienen mecanismos de adaptación al fuego.
En el caso de especies como la carrasca, una vez que pasa el calor del incendio, las yemas de sus raíces comienzan a activarse y en unos días pueden verse los primeros brotes.
Otras como los madroños o los brezos solo requieren que llueva para que las yemas se activen.
Las que no son capaces de rebrotar, como el romero, tienen semillas enterradas en el suelo "que son muy resistentes al fuego e incluso se ven estimuladas a germinar por el calor".
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| Imagen obtenida de ABC |
En cuanto a los pinos blancos, tras un incendio los pinos abren sus piñas para liberar sus semillas.
La situación cambia a partir de los 1.000 metros de altitud, donde hay especies arbóreas como el pino negral o la sabina albar, que no tienen mecanismos de adaptación al fuego.
Para recuperar estas especies habría que realizar repoblaciones a partir de plantones de vivero o siembra directa en zonas de acceso difícil.
Garcia-Favos añadía que, "sería razonable esperar que haya pasado el peligro y se hayan recuperado las funcionalidades más importantes de esos sistemas: proteger el suelo y albergar biodiversidad."
En esas pendientes, de entre el 15 y el 20 %, se instalarían "fajinas", unas barreras que actúan como "mini diques" para evitar la erosión por escorrentía.
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