lunes, 21 de enero de 2013

TEORÍA DE ECOLOGÍA DE PAISAJE, PERMEABILIDAD Y CONECTIVIDAD

Por Juan Antonio Gómez Negrillo, economista y ornitólogo.

Paisaje: Desde el punto de vista del ecólogo terrestre, el paisaje es un conjunto de comunidades o unidades diferenciadas de vegetación dispuesto sobre una estructura geomorfológica, de tal manera que existen importantes flujos materiales y energéticos que le dan cierta cohesión.
Hay revisiones posteriores a esta definición, pero en principio me parece la más clara. Creo que es interesante resaltar cómo para poder definir el paisaje (en sentido ecológico) hay que echar mano de conceptos tales como conjunto de comunidades (Ecosistemas, ecotopos, etc.), estructura y flujos. Vamos introducir algún matiz más sobre esos ecosistemas: el hecho de que los ecosistemas que componen el paisaje los hacen en forma de “enjambres asociativos”.

Es decir, se relacionan entre ellos, y para que exista una interacción eficaz y la relación sea efectiva no se me ocurre mejor herramienta que la comunicación. La comunicación, no lo olvidemos, precisa de “conectividad”. La “comunicación” entre los elementos que forman el paisaje depende de los flujos funcionales (energéticos y materiales) y estos a su vez, vienen condicionados por:
• La distribución o pauta estructural de elementos que lo integran (algo así como la estructura espacial de los distintos nodos de una red).
• Los corredores entre los mismos (los hilos que tejen esa red conectando los distintos nodos)
• La matriz básica sobre la que se asiente el paisaje (la superficie sobre la que se dispone la red).
Esto son los elementos sobre los que podemos trabajar cuando hablamos del estudio de conectividad de espacios. Para poder trabajar con ellos es necesario conocer algunas reglas esenciales del juego y que relacionan biodiversidad, conectividad y paisaje.

a) Primera regla. Aunque sólo sea como idea intuitiva podemos establecer una relación directa entre la heterogeneidad de los ecosistemas que integran el paisaje y la diversidad de especies. El mejor ejemplo que nos ayuda a entender esta relación la encontramos en el propio paisaje mediterráneo. Ciertos autores han comprobado como la estructura del paisaje agrícola tradicional del mediterráneo estaba directamente relacionado con una mayor diversidad de especies. Esta relación se debería al hecho de que las costumbres culturales y fundamentalmente agrícolas han venido desde hace milenios modificando el paisaje natural del mediterráneo, diversificando las superficies de cultivo de tal modo que el mosaico del paisaje es muy heterogéneo y capaz de ofrecer un amplia diversidad de habitats, que son aprovechadas por un mayor numero de especies (Farina 1997). Mayor Heterogeneidad Ecosistemas = Mayor biodiversidad.

b) Segunda. Creo que también es una idea intuitiva y fácil de entender. Una mayor heterogeneidad del paisaje es buena, pero a partir de un umbral determinado si el paisaje se sigue fragmentando, los nodos de ese sistema se hacen tan pequeños que el número de especies empieza a descender desde un nivel que podríamos llamar de máxima diversidad. Este descenso continúa acelerándose conforme el paisaje va fragmentándose más allá de ese umbral mínimo, hasta el punto de que puede darse la desaparición de prácticamente la mayor parte de las especies. Dicho de una modo bastante gráfico y sin ganas de trabajar con demasiado concepto matemático :


c) Tercera. También es un poco la “verdad del barquero”. La permeabilidad de la matriz del paisaje a los flujos funcionales se verá más o menos comprometida en función de las barreras y de cómo se distribuyan
éstas en el territorio. Las barreras pueden ser naturales como es el caso de las distintas fronteras (ecotonos) de cada ecosistema que integra el conjunto (una cordillera montañosa) , aunque en términos generales las barreras que determinan de un modo más dramático la permeabilidad son las que provocan las estructuras artificiales (redes viarias, canalización de ríos, urbanización ,etc.) Más Barreas = Menor Permeabilidad = Menor Conectividad.

d) No existe el equilibrio natural. O lo que es lo mismo, Heraclito lo clavó: La naturaleza en equilibrio ha venido a ser sustituida por la naturaleza en flujo. Los ecosistemas reaccionan a los cambios por medio de ajustes transitorios, graduales y limitados. Éstos tienden a perpetuar su funcionamiento, pero lo hacen mediante su capacidad de respuesta a los cambios y a las perturbaciones de un modo absolutamente dinámico, es decir, conservando la flexibilidad. En general, denominamos integridad ecológica a esa capacidad, y en la medida en la que esa capacidad sea más alta, el sistema estará más sano. La salud del ecosistema la definiremos como la capacidad del mismo para sostener su estructura y funcionamiento frente al estrés externo. Aquí el proceso de comunicación de los distintos ecosistemas resulta fundamental. Entenderéis mejor esto si imaginamos una situación en la que un ecosistema se ve afectado por una perturbación importante como puede ser un fuego. Pese a que el sistema de matorral – bosque mediterráneo tiene una importante capacidad para regenerarse después de un incendio, esa regeneración será más rápida en la medida en la que la zona afectada este “comunicada” con otras zonas desde las que se producirá una colonización natural del territorio afectado. Mayor conectividad = Mayor salud.

De todos modos no es necesario ver la conectividad en sentido estrictamente físico, ya que ésta se refiere a la accesibilidad relativa de los ecosistemas dentro del mosaico que forma el paisaje, y desde el punto de vista de algunas especies, esta accesibilidad no precisa de una continuidad física de los ecosistemas (pensad en el caso de las aves). Eso si, resulta intuitivo el hecho de que una mayor conectancia (termino que hace alusión a esa continuidad), hace aumentar el rango de especies que se pueden desplazar en ese territorio. En el caso de los territorios fragmentados y antropizados, la conexión entre las distintas teselas naturales del territorio cobra especial importancia, ya que esa pauta de distribución y las redes de conexión mejoran la biodiversidad y permiten mejores niveles de “salud” de los distintos ecosistemas al mantenerse al menos algunos de los flujos funcionales que los relacionan y de los que, desde luego, dependen.

A esta alturas ya manejamos varios conceptos propios de ordenación territorial: los corredores naturales que conectan los ecosistemas; el tamaño mínimo de esos “reservorios” naturales que van a quedar conectados y las barreras que pueden existir y comprometer la permeabilidad. De hecho, las políticas de conservación en los últimos años van más encaminadas metodológica y prácticamente hacia esos nuevos criterios. Hasta ahora, la expresión práctica de las políticas medioambientales estaba basada en la protección de un hábitat o de una especie relevante. Hoy por hoy dichas políticas están demostrando ser ineficaces, o al menos atienden sólo uno de los aspectos del problema a cubrir. Básicamente, al aislar los territorios y esperar que dentro se mantengan las condiciones de salud del ecosistema lo que se está olvidando son los procesos de interacción que dan lugar y mantienen dichos habitats y especies. No es posible separar unos de otros, hasta el punto de que desde un óptica de conservación hoy se habla de políticas de restauración y protección del
los procesos eco-sistémicos. Del paradigma del individuo y la comunidad al del proceso, en un sólo paso (bueno, alguno más ha habido que dar).
Es necesario hablar quizás de una planificación integral del uso del territorio, de tal  forma que esta contemplase formulas de equilibrio entre las necesidades de humanas y los requerimientos de las redes ecológicas. Una formulación práctica de todos estos conceptos a efectos de conservación es la creación de redes de protección o redes de espacios naturales basados en un aumento de la conectividad entre espacios protegidos. La creación de dichas redes (Red Natura 2000) es uno de los objetos de la Directiva 92/43 de la Comunidad Europea, y existen distintas experiencias practicas en este sentido aunque a muy diversas
escalas: las iniciativas de ordenación territorial y conectividad de la Red de Espacios Naturales de la Comunidad Foral de Navarra (RENA) y en Cataluña, las redes ecológicas diseñadas en Holanda y Bélgica puestas en practica como consecuencia de la iniciativa (EECONET), y el Corredor Biológico Mesoamericano.

CORREDORES ECOLÓGICOS.

Si valoramos todo lo que hemos visto, tendremos que ir pensando que el concepto de corredor ecológico tradicional también se nos queda corto, en la medida que la conexión de los “enjambres de ecosistemas” debe contemplarse en sentido amplio. No sólo desde el punto de vista de su conexión física, sino también desde el punto de vista de la distancia de unos a otros, el tamaño de cada uno, su papel en el paisaje, a qué flujos van a afectar cada uno de los corredores y como estos se complementan para mejorar la conectividad. Ya no hablamos sólo de vías físicas de comunicación entre los ecosistemas o puntos de paso para las especies, ahora miramos una red, lo que habíamos definido como “pauta”. Al final la cuestión de comunicación no es sólo un problema de los hilos que unen esa red, sino de cómo diseñamos en conjunto la red para que la “comunicación” entre los ecosistemas sea eficiente. Visto así, puede que esto acabe pareciendo más un problema de teoría de la información que de pura ordenación del territorio.
El diseño de corredores y conexiones entre los distintos ecotopos que se distribuyen sobre el territorio debe hacerse considerando que lo que se busca es el nivel máximo de conexión que permita conservar los procesos ecológicos, la heterogeneidad de los ecosistemas, la biodiversidad y la integridad de los mismos. Pero es importante recordar que una de las cosas que se intenta uniendo las distintas áreas protegidas es dar continuidad al territorio, de modo que éstas áreas no queden aisladas, hay por tanto que considerar las barreras que se hayan levantado sobre la matriz con el fin de buscar soluciones optimas que minimicen el efecto de fragmentación y aislamiento que estas barreras provocan. La conectividad de los ecosistemas es la herramienta que nos va a permitir “llevar” la biodiversidad desde ecosistemas sanos a los que deseamos recuperar, para lo que aprovecharemos los procesos de colonización natural de territorios que tienen las especies así como los procesos de sucesión ecológica.

Aun así, en el caso de un territorio fragmentado en el que ya existe una parte importante del mismo que ha sido fuertemente antropizada, el objetivo es mantener las condiciones mínimas de conexión entre las teselas naturales del territorio, de forma que estas puedan garantizar un estado de salud ecológica aceptable. Para el mantenimiento y en su caso, restauración de los flujos funcionales que se han debilitado o interrumpido lo ideal parece la puesta en funcionamiento de cierto número de corredores que conecten los ecosistemas, facilitando el trasiego de especies y los flujos ecológicos, lo que debe redundar en la conservación de la mayor diversidad biológica posible. También es imprescindible en tales casos plantear una ordenación del territorio que incluya zonas de amortiguación entre las zonas antropizadas y los territorios que se van a proteger, algo así como una zona de ecoclina entre lo urbano y lo natural. Esos territorios de amortiguación son los que recibirán el mayor impacto derivado de los usos asociados a la zona protegida, preservando los espacios más sensibles.
Hay varios diversos tipos de corredores, aunque podemos sintetizar la cosa y quedarnos con tres generales:

• Lineales. Los corredores lineales son aquellos que conectan físicamente dos elementos del territorio. Tienen la máxima conectancia y facilitan que los ecosistemas conectados mantengan una alta relación entre sí
al permitir el paso de flujos ecológicos, y prácticamente de todas las especies. Para el diseño de estos corredores se suelen utilizar rutas que aprovechen el trazado de las riberas, cañadas y senderos rurales, y en el caso de zonas de cultivo, ciertas experiencias han venido a demostrar que los setos que separan las parcelas agrícolas suelen tejer una red muy efectiva en términos de desplazamiento de especies. Su diseño desde un punto de vista práctico se realiza por medio de mapas de “resistencia” o de distancias de coste. Estos mapas contemplan desde un punto de vista grafico la permeabilidad del territorio y sobre ellos se trazan las rutas de mínimo coste de desplazamiento entre distintos puntos para una especie tipo. Estas rutas son las que se utilizan como patrón de partida para el diseño de los corredores lineales.

• Puntos de Paso (estriberones). Los puntos de paso son corredores discontinuos que conectan dos ecosistemas, normalmente dentro de una matriz muy antropizada. Estos puntos de paso pueden estar formados, por ejemplo, por pequeños bosquetes que se distribuyen en el territorio con una pauta que permite la conexión en términos de distancia mínima (o recorrido de coste mínimo) entre dos ecosistemas. Resulta evidente que el tipo de conectancia de estos puntos de paso es menor que en el caso de los
corredores lineales, pero además de ser idóneos para un buen numero de especies (en general aves), también pueden aportar heterogeneidad al paisaje, si se diseñan de tal modo que cada punto de paso represente un estado de la sucesión vegetal que complemente a los territorios conectados.



• Corredores paisajísticos. En este caso las escalas aumentan. Los corredores paisajísticos se proyectan cuando se pretende conectar dos paisajes distintos por medio de otro paisaje “de transición” entre ambos. Su nivel de conectancia es muy alto, pero la escala de la que hablamos es considerablemente mayor a efectos de territorio que en los casos anteriores.
Además de estos tipos generales también se habla de corredores de migración (las rutas que siguen las especies migradoras a lo largo de territorios muy amplios) y los de dispersión, aquellos imprescindibles para que, acabado el periodo de cría de una especie, los individuos jóvenes puedan dispersarse en busca de territorios propios, lo que facilita la colonización de nuevos habitats.

ALGO DE METODOLOGÍA

Llega la hora de poner sobre el terreno toda la parafernalia teórica de la que hemos hablado. Es en este territorio en el que seguramente el manejo de herramientas sería más lógico que lo propusierais vosotros, pero ya que la ignorancia es madre de casi todas las valentías voy a empezar a tirarme al charco (con ayuda de documentación, eso sí). Parece lógico que lo primero sea empezar identificando mediante información cartográfica u ortoimagenes cuáles son las estructuras dentro del paisaje que vamos a tratar y que pueden constituir los nodos de la red. Es preciso identificar fronteras de los ecosistemas y cuál es la matriz sobre la que se presentan. Si existen estos reservorios de naturaleza, siempre es más fácil partir de aquello que ya esta empezado, ya que estos territorios nos van a servir como puntos desde los cuales, al conectarlos con otros, las especies van a tener más probabilidades de continuar los procesos de colonización. Es importante descubrir los nodos de la red que vamos a trazar y analizar la posible pauta que estos puedan seguir en el paisaje, ya que de existir ésta nos va a aportar información muy interesante sobre cuál es el “cauce” normal de los flujos funcionales en el territorio.

Una vez identificados los distintos ecotonos, sería preciso asignar unos valores sobre la calidad ecológica y los estadios de sucesión vegetal existente de cada uno de ellos, con el fin de determinar valores tales como heterogeneidad de los ecosistemas presentes, zonas de amortiguación, fronteras y desde luego con el fin de obtener posibles pautas de conexión entre ellos. Como medida del valor ecológico podemos establecer variables o atributos tales como la integridad del ecosistema, la variedad biológica presente en el mismo, el grado de naturalidad, la escasez de las especies presentes, etc. Es decir, lo que se suele buscar cuando se usan técnicas de valoración de impacto ambiental de cualquier territorio.
Otro paso necesario es estudiar la pauta de barreras presentes en la matriz, ya que ésta nos dará una medida de la permeabilidad de la misma y de cómo impactan sobre los flujos funcionales e incluso a qué flujos importantes está afectando cada una de ellas. En este último caso es necesario estudiar opciones de permeabilización de la barrera, opciones que entiendo deben transitar por la vía de integrar las infraestructuras en el territorio, considerando los valores ecológicos del mismo. Si unificamos toda esta información en una herramienta SIG, tendremos una serie cartográfica con distintas capas, que es la que nos va a servir de herramienta de trabajo para poder acometer la planificación integral del territorio. A partir de estos datos se puede empezar a localizar los puntos que van a ser mas idóneos como conectores, localizando no sólo las mejores alineaciones posibles de los mismos con respecto a los elementos a conectar, sino estudiando la red en su conjunto con el fin de obtener las mejores alineaciones posibles en términos de coste de desplazamiento, de idoneidad en fusión de especies que esperamos que los usen, etc. A fin de cuentas vamos buscando el refuerzo de la conectividad del territorio, y para ello es necesario mirar la “red de comunicaciones” de cuando en cuando, ya que el diagnostico final va a ser si esa red puede o no funcionar.

GLOSARIO

• Ecoclina: zona de transición de un ecosistema a otro, se denominan así a aquellas fronteras entre ecosistemas en los que el cambio de uno a otro es gradual, mucho menos abrupto que el caso de los ecotonos.
• Ecotono: Frontera o zona de entre dos ecosistemas en la que los cambios de uno a otros son muy abruptos.
• Ecotopo: Unidad mínima cartografiable que representa la ubicación espacial de un ecosistema.
• Sucesión Ecológica: Proceso mediante el cual las comunidades ecológicas se auto organizan pasando una serie de fases dinámicas que hace evolucionar a todo el ecosistema hasta el estado de Clímax, en el que el ecosistema en su conjunto es lo más eficiente posible en términos de la relación uso de recursos /producción de biomasa. Aunque descrito así el proceso puede parecer determinista (una comunidad evolucionará siempre hacia la sucesión clímax), el tema no es tan simple y como siempre cabe revisar la definición desde el punto de vista dinámico. Margalef propone la introducción de elementos que consideran dichos factores cuando habla de la sucesión como el proceso continuo de activación y desactivación de especies que configuran en cada momento una comunidad determinada. Esta selección continua de especies va desplazando al ecosistema hacia fases más avanzadas que se caracterizan por una mayor eficiencia energética y una reducción del nivel de entropía del sistema.

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